jueves, 24 de junio de 2010

Las paredes


Las paredes de la ciudad se ruborizan al alba
saben de las vigilias de neón
de las palmadas policiales asesinas de sombras fugitivas
de las veredas sucias que acunan la miseria
de los perros garrapatientos, bajo el sol
ellas son testigos de los amores que llegan a su fin
entre los orgasmos del amanecer entre los árboles,
de las acequias que destilan lágrimas de perdón fingido
del crepitar de las hojas sobre las baldosas perdidas
del trajinar sonámbulo de los esclavos de la libertad
de los baldíos que ocultan violaciones entre sus escombros
de las ventanas que escupen plagas de maldiciones
de las tabernas que vomitan melancólicos borrachos
contra los automóviles confesionarios de la cópula infiel
y de las calles que se adormecen
ellas
las paredes
son las enemigas de los fusilamientos innecesarios
el orinal de los excesos
el rasca-lomo de las gatas floras
el coro silencioso de un arte idiota y servil,
y la fuente de inspiración
de una conciencia que
tarde y pronto
ha comprendido su vacua trascendencia.