Acaso debiera importar que al salir a la calle
ni el cielo me sonría, y además me llore,
y que las baldosas además
escupan las suelas de mis zapatos,
y los pájaros me caguen
sólo porque el frío les atormenta
Debiera importar que al policía de la cuadra
no le cuadre porque mi cabello luce de furia
y mi andar desprolijo insulte al buen señor
y hasta la buena señora del almacén
por ver mi billetera de buen ver
me cobre lo que se cante
Acaso debiera importar
me pregunto una y otra vez, ¿debiera importar?.
Convidable día de lluvia y yo en mi cama
mirando el techo que se desgrana sobre mí
y pensándote sin el alcance de las palabras.
Llueve y nos llueve y nos toca pensarnos.
Disfrazas de colores el negro día,
y llegas a mí en cada rayo de sol,
y me despiertas para recordarme
que más me vale pensarte que extrañarte,
más desearte que olvidarte;
y es tu sombra la que se diluye próxima a mí
a cada vuelta o revés de mis pasos.
Si mis pasos son silenciosos,
los tuyos son el silencio mismo;
y así me acostumbro a sentirte
ahí donde no estás.
He seguido sigilosamente a mi sombra,
hasta adentrarme en tus silencios,
y en ella he dado con mi soledad.
Pero algo en su gesto desolado,
me dijo que ya no era la misma de antes.
Di media vuelta,
cerré la puerta tras de mí,
y esbocé en mi rostro una sonrisa.
Lo que más me gustas de cuando vienes,
es que al llegar acaricias mi silencio
y lo dejas tras la puerta,
junto al paraguas y en el corredor,
y te lanzas sobre mí
en no más de cien palabras,
y te acuestas sobre mis papeles,
y desordenas mis ideas, mis tristezas,
y me invitas a la cama,
libres de adjetivos y adverbios,
y entonces me desnudas y te desnudo,
y en las penumbras de la habitación
nos amamos a cada verso, y a cada estrofa
y así hasta los puntos y comas,
para estallar en una pausa de espasmos,
en un orgasmo de punto y final.
Yo quiero a mi mujer con su sonrisa de amanecer
aunque a veces llueva, truene o refusile
y la quiero con sus ojeras de noche de entrega
y la quiero con sus olores de sexo consumado
y la quiero con su aliento pestilente de Buenos días
y la quiero con su locura repetitiva
y la quiero en sus Te amo
y la quiero en sus Te quiero
y la quiero tan mía y a la vez tan suya
pero la quiero cada día y cada noche
y no cada vez que quiera que la quiera.