es que al llegar acaricias mi silencio
y lo dejas tras la puerta,
junto al paraguas y en el corredor,
y te lanzas sobre mí
en no más de cien palabras,
y te acuestas sobre mis papeles,
y desordenas mis ideas, mis tristezas,
y me invitas a la cama,
libres de adjetivos y adverbios,
y entonces me desnudas y te desnudo,
y en las penumbras de la habitación
nos amamos a cada verso, y a cada estrofa
y así hasta los puntos y comas,
para estallar en una pausa de espasmos,
en un orgasmo de punto y final.