Renové a regañadientes la cinta de mi vieja Remington
y ahora me dispongo a escribir la historia que me cuenta
en mis andanzas por los márgenes sucios del mundanal
o por los bares del olvido y los sin nombres por olvidar.
Enciendo un cigarrillo y extiendo una sonrisa de desprecio
saco lustre a mis zapatos y ensayo unas palabras pardas:
"mi sombrero está mojado y mi verso está cansado"
pero me adapto a las penumbras y tecleo tamaña frase.
El teléfono perdido que no deja de sonar sobre el escritorio
y estas ganas de nada o casi nada o de whisky en las rocas
o de ginebra barata y maloliente entre mis papeles y cajones
resaca de una noche entre otras pasadas y bajo la misma lluvia.
Afueras las sirenas enloquecen y en neón empalidece
abajo el griterío histérico de la callejuela es de concierto
tomo el saxofón del abandono y resoplo mi melodía
el amanecer no tarda en llegar hasta mis pupilas irritadas.
Abro los cajones abarrotados de petacas y legajos
y de uno de ellos saco mi Bersa Thunder 380 cargada
reviso los bolsillos de mi saco en busca de una tarjeta
disco el número del encargado y lo cito en mi oficina.
Un enjambre de moscas hacen frente a una cucaracha
y la batalla se torna épica por un trozo de rosca amohosada
también hay restos de café en varias tazas rechazadas
y la maldita secretaria que no vine en reclamo de su paga.
Uno hace lo que puede en esta vida alocada y sin tiempo
uno da cuerdas al reloj cada mañana y desayuna diarios
o periódicos amarillos que le buscan la revancha a lo real
o se pelea cada semana por la cuenta a pagar del mercado.
Uno hace lo que puede y no siempre se puede mucho
pero igual trata de salir de los fondos de la oscuridad
cigarrillo entre los labios y el sombrero desempolvado.
Uno hace lo que puede. Lo demás se lo carga a cuenta.