Las tejas doradas de mi cielo
tenían solo su nombre.
Aquí las lluvias no mojaban,
los pájaros trinaban el azul
y la noche era solo un vestido.
Bajo sus pechos, otros besos
eran más besos y no solo labios.
Sobre sus sombras, el aliento.
Fuego de claridad y melodías
donde nuestras promesas callaban
en la voz de las sábanas al alba.