Yo no quiero amansar al Diablo
ni hacer que tus demonios coman
de mi mano cual cachorros,
no quiero hacer de tus cabras locas
un rebaño de ovejas mansas,
drogadas y psicodélicamente dispersas.
¿Para qué? Si yo aprendí a amarte
con tus irreverencias de niña nube
y tus modales de paloma con rabia,
tus instintos asesinos de fantasmas
y tus desastres al mando de tus días,
riéndote y llorando incompresible.
Yo no te quiero como te necesito;
te quiero como me obligués a ser
y a mutar mi piel de dinosaurio
por una que vibre lo mismo que vos
cuando nos vea salvajes y silvestres
andando entre pastizales al atardecer.