Cuando les era posible mirar lo hacían -no sin cierta dificultad-, las paredes y el techo de aquel lugar. Lo conocían bien. Todos en el barrio habían pasado alguna vez por allí y todos alguna vez habían parado. Tenían claro que se trataba del taller de Don Antonio, pero ahora, transformado en la antesala de algo más.
El olor a grasa y aceite quemados, el aire frío por las chapas y las herramientas, el herrumbre en todo, la mugre, la humedad, el chirriar de las ratas..., todo, todo aquello apestaba, era asqueroso y nauseabundo; pero, con el pánico instalado en los huesos, todo esto adquiría un matiz diferente. Esta vez, la sangre y los sollozos hacían del conjunto un patíbulo dentro de lo familiar, como el griterío eufórico que les llegaba a oleadas desde la cancha de Núñez.
24/03/2021
(A 45 años del último golpe de Estado.)