Hoy podríamos, definitivamente,
estar más tristes que un centauro,
y sin embargo, la alegría ha podido
aún más. Ella ha llegado abriendo
a pechos desnudos el cielo inmaculado
de todas nuestras culpas.
Hoy, definitivamente,
la noche podría haber vestido
su piel luminiscente, pero no ha podido
luego de agotarse en un suspiro.
Ella ha dinamitado todas y cada una
de mis partidas, me ha dejado
a un margen equidistante
de todas mis amarguras cotidianas.