Yo no le hallo la gracia, la verdad,
a eso de estar al alcance de todos:
Cada quién cree que lo suyo
es perla digna para los cerdos
atragantados de comer mierda.
Mi poesía crece a la sombra
de poemas indiferentes a todo.
Yo los intuyo en la voz de un pájaro
y en el silencio de un vuelo azul
lleno de cielo sembrado de flores.
No sé cuándo se escapen de mí
ni cuándo mi pecho les quede apretado.
Espero -egoísta de mí- que ese día
me encuentre dormido entre los míos,
indolente de no haber hecho nada.
Hasta ese entonces, cada nuevo día,
les quito el polvo de mi olvido,
les canto una canción de cuna
y los pongo a brillar en el escaparate
de este infeliz y ciego cambalache.