A tronera descubierta, poco más honda
y más grave que las de una chimenea
anda montado en las ráfagas del viento
impudoroso, nada sutil y lisonjero.
Con tonos metalúrgicos anuncia desastres
tsunamis de desagrado
atentado terrorista contra el olfato
desmayos de asco...
y reanimador involuntario de muertos.
Sus fauces del mismísimo demonio
que lejos de lucir digno y hermoso
deja podrir sus dietes de ajo y ají picante
para eructarnos su maléfico perfume
de claveles abandonados
en los floreros de algún cementerio...
El pícaro tocó y se fue, pero se siente
todavía. ¡Vaya sinfónica del intestino!